sábado, 28 de noviembre de 2009

MISCELÁNEA

Hay una serie de cuestiones que últimamente han sonado bastante en las noticias y que, lejos de sorprenderme, me han resultado normales, aunque han dado bastante que hablar. Otras, sin embargo, me han resultado escandalosas y, aunque han tenido su eco, me parece que no se le ha dado ni la importancia debida ni el enfoque adecuado.

Que en el Ayuntamiento de Barcelona se pida un informe para saber si las obras municipales están sometidas a licencia urbanística, y que este informe se solicite a una arquitecto externa, ha resultado escandaloso y para mi no lo ha sido tanto. Primero, el hecho de si las obras municipales requieren o no licencia no es un asunto que haya sido siempre pacífico y en su día se discutió sobre este extremo. Lo que no hay ninguna duda es que cualquier secretario de ayuntamiento, de cualquier pueblo, por pequeño que sea, se lo resolvería a su alcalde en menos de cinco minutos, sin necesidad de emitir un informe. Por supuesto en el Ayuntamiento de Barcelona debe haber, al menos, treinta técnicos municipales que también lo resolverían en esos cinco minutos.

No hay que ser una lumbrera, por tanto, para entender que si el informe era innecesario, ha existido claramente un desvío de fondos públicos, que, dicho sea de paso, no me extraña nada en absoluto que se haya realizado ni que siga en los próximos años, pues se ha hecho siempre, al menos en lo que yo he vivido como técnico municipal y de las conversaciones que he tenido con compañeros de otros ayuntamientos. Siempre me ha extrañado que la oposición no hiciera más hincapié en aquellos gastos innecesarios que se deben más al pago de favores que a las necesidades municipales, pero siempre pienso que debe existir algún pacto tácito de dejar hacer con el fin de que en su día también se lo permitan. No sé. Además, qué sabe una arquitecto de una cuestión jurídica. Son miles los servicios que se externalizan y que existen funcionarios suficientes y bien preparados para realizarlos. Ahora con la crisis y la bajada de recaudación municipal, con la paralización de las obras, quizás se proceda a un mejor control del gasto municipal. O no.

Tampoco me ha extrañado nada las manifestaciones del secretario de la Conferencia Episcopal sobre las sanciones en que incurrirán los diputados que hayan votado a favor de la aprobación de la ley aborto. ¿Qué iba a hacer la iglesia en este caso si no? Dicho eso, me han sonado a una vieja historia, como a los cuentos que leo por la noche a mi hija. Eso de pecado público me recordó a mi infancia, cuando mi madre me advertía (amenazaba) con el pecado mortal, y que yo contravenía a escondidas esperando el rayo divino fulminante que nunca llegó. He de decir que ese miedo a lo divino me ha acompañado hasta hace unos diez años. Ahora, la verdad, el agnosticismo tan absoluto en el que me muevo, me ha hecho ser hasta más comprensivo con este tipo de actitudes, tanto que pienso que si no lo hacen serían incongruentes. Me sorprendo de que haya personas a las que todavía les pueda afectar, que puedan seguir dándole alguna importancia a esas indicaciones paternalistas y justicieras, y me devano el cacumen razonando cómo, con lo que ha llovido y lo que la Iglesia ha hecho para convertirnos en unos descreídos totales, todavía puedan creer en algo tan infantil como el pecado, el cielo, el infierno, el purgatorio, la penitencia, el perdón a través de la confesión del sacerdote .... En fin, qué espera la gente que haga la Iglesia, que acepte sin más que se apruebe una ley proabortista. En esto y sin que sirva de precedente estoy de acuerdo con la Iglesia. La ley es un absoluto disparate y si bien no soy yo quién para indicar a una mujer embarazada qué hacer, sí que hubiera sido más importante haber hecho más inversión en políticas preventivas que en procurar una ley absolutamente disparatada. Como ejemplo diré que un médico amigo de un pueblo me dijo que algunas temporeras extranjeras han abortado una vez por año, en cada campaña, en los últimos años, utilizando el aborto como método anticonceptivo. Pero, para mi asombro y desconcierto, me indicó que no es tan inusual, apareciendo en la historia clínica de algunas mujeres varios abortos y todos seguidos. A partir de ahora, como el aborto va a pasar a ser un derecho y no un hecho despenalizado y por tanto restrictivo, se ejercerá ese derecho de una forma absolutamente libre. En mi opinión, ¡qué disparate!

No se debe olvidar que el aborto es un delito penado con prisión de cuatro a ocho años, si se practica sin el consentimiento de la mujer, y de uno a tres con el consentimiento de ésta pero fuera de los tres casos de despenalización archiconocidos. El anterior código penal lo consideraba como un delito contra la vida (no independiente), y ahora pasará a ser un derecho que se podrá ejercer libremente durante las primeras 14 semanas de gestación. Siempre se me queda una pregunta como hombre ¿qué pasa con los derechos del padre? No soy católico, ni me considero de derechas, pero desde luego no creo necesario ni pertinente esta nueva regulación.

Únicamente, añadir que el Sr. secretario de la conferencia episcopal debería releerse el canon 751: Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma. Evidentemente, el diputado que vote a favor de la ley del aborto podrá penado con la pena de excomunión, pero no ser declarado hereje, aunque la pena pueda ser la misma.

Sobre otro asunto, sin embargo, si me ha resultado realmente escandaloso que por parte de un personajillo del parlamento catalán se procediera a contratar a un equipo de intérpretes para traducir del catalán al español ante una visita de un grupo de parlamentarios hondureños, creo. Es el más claro ejemplo del absurdo al que ciertos políticos nacionalistas pueden llegar en la defensa de sus intereses, que no de los de su pueblo o votantes. He ido en varias ocasiones a Barcelona, además de hablar con compañeros catalanes, y nunca he sentido que utilicen el idioma de forma conflictiva, sintiendo siempre que me integraban, pese a que inicialmente pudieran haberme hablado en catalán. La última vez que estuve allí me sorprendió que en un programa de tertulia de la televisión catalana se hablaba indistintamente en catalán y en español.

El hecho yo lo veo de forma distinta; Si alguien que habla perfectamente mi idioma, sea catalán, vasco, gallego, inglés o de la nacionalidad que sea, me invita a su casa (parlamento) y, en vez de hablar ese idioma que tenemos en común, contrata un intérprete para que le traduzca porque él va a hablar en otro idioma distinto sin hacer el más mínimo esfuerzo por hablar el idioma común para que yo le entienda, sentiría que me están insultando y maltratando, y nunca más iría a casa de ese señor. El hecho es aún peor cuando al país al que me dirijo (Cataluña será nación pero no es país o estado, que es España) tiene como lengua oficial el idioma que yo hablo. No he oído a ningún periodista que se haya escandalizado por el insulto que ha debido ser para los hondureños ese hecho, más allá de la indignación por el gesto y el gasto que ello ha ocasionado. Y cuidado, que los catalanes pueden hablar en catalán en el parlamento o donde quieran. De lo que hemos hablado es de otra cuestión, sentido común, racionalización del gasto público y EDUCACIÓN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario