domingo, 26 de enero de 2014

Músicos callejeros a examen

Hace algún tiempo oí que un restaurante pretendía "maridar" sus "diseños gastronómicos" con obras musicales. Me pareció otra ocurrencia más, aunque me pregunté si a las judías le iría mejor la cuarta o la quinta de Beethoven y si, en su caso, debería cambiarse la música si fuesen fabes.

Fuera de bromas, lo cierto es que una mala música,  mal tocada por dos acordeonistas con oídos nulos, que igual se equivocaban en la melodía que en el acompañamiento, seguro te arruinarían una buena comida, por mucho que sea en una buena terraza, al solecito y acompañada de un buen vino.

Igual debió pensar "relaxing café con leche de Botella", doña Ana, cuando dictó la Ordenanza municipal de músicos callejeros, so pretexto de regular el nivel de ruido en el centro de Madrid. Su aplicación ha llevado a examinarse a todos solistas y grupos aspirantes, con el fin de ver si se adecua su música a los parámetros sonoros establecidos, aunque lo que se sospecha es que se ha realizado una criba de calidad, ya que los examinadores no eran técnicos de sonido, sino profesores de música.

Aunque algo fascista, hoy hubiera agradecido esa ordenanza y que le hubieran prohibido tocar a los dos monstruos que me estropeaban mi almuerzo.

Y dado que estamos por regular todo, he pensado que la ordenanza entraña realmente una gran idea, tanto que debería extenderse a todos los ámbitos: concejales, alcaldes, consejeros y presidentes autonómicos, ministros y presidente del gobierno de la nación.

Incluso tenemos suerte y no aprueba el examen ni el rey.